Emilia Ferreiro es una de las más destacadas investigadoras sobre el proceso de lecto-escritura en latinoamérica. Como prolífica investigadora y escritora argumentó con sabiduría en su libro el “Pasado y presente de los verbos leer y escribir” que enseñar estas actividades involucra introducir a las personas a una cultura letrada, y no como una mera técnica mecánica para decodificar texto. Para ella leer es un derecho, es incluirlos a quien aprende en una tradición cultural milenaria que abre sus posibilidades de aprendizaje y exploración. En dicha obra, comparte una cita que para mi es importante para comprender la dislexia:
No basta con que haya escuelas para que la noción de fracaso escolar se constituya. Veamos un símil con una situación contemporánea: tenemos escuelas de música, y buenos y malos alumnos en ellas. Si alguien no resulta competente para la música, la sociedad no se conmueve, ni los psicopedagogos se preocupan por encontrar algún tipo peculiar de “dislexia musical”. Ser músico es una profesión y quienes quieren dedicarse a la música se someten a un riguroso entrenamiento. Y, aparentemente, las escuelas de música, en todas partes, tienen un saludable comportamiento.
Todos los problemas de la alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no era una profesión sino una obligación y que leer no era marca de sabiduría sino marca de ciudadanía.
En otras palabras el fracaso escolar no tiene origen en una disfunción cerebral, sino en una decisión social, en requisitos institucionales, en una necesidad que emergió con la sociedad del conocimiento (ver video de Sir. Ken Robinson). Con esto no se niega que existan diferencias en la arquitectura neuronal entre dislexicos y no disléxicos, en como sin duda los debe de haber entre músicos y quienes no pueden aprender a ejecutar música. Pero sí subraya, para mi, que culpar a los alumnos o a sus padres por una dificultad de aprendizaje es un absurdo que termina sin ayudar el proceso educativo de los alumnos. Veamos esta otra cita:
Esos niños (todos los niños) no necesitan ser motivados para aprender. Aprender es su oficio. No pueden dejar de aprender porque no pueden dejar de crecer.
Si el sistema educativo, si en la sociedad tomáramos esta cita enserio, no tendría sentido separar a los alumnos entre buenos o malos estudiantes, entre inteligentes o limitados. Si un niño o niña no aprende, es debido a que el proceso de enseñanza no se ha vinculado con esta vocación de aprendizaje. Si estamos convencidos de que solo existe una SOLA forma de aprender la lecto-escritura, y que si un alumno no aprende entonces el problema está en la capacidad el o ella, los estaremos privando de un mundo de experiencias, descubrimientos y aprendizajes emocionantes.