Celebrando a las madres de disléxicos….sobretodo a una

Este es un post que me ha tomado tiempo escribir, ha sido el más difícil. Lo tenía en mente desde el inicio de heterolexia. Es complicado puesto que no hay nada que pueda escribir que refleje con justicia la importancia del  apoyo de mi familia para que llegara a tener los logros que he tenido. Esto especialmente de mi madre. Hoy que en México celebramos el día de las madres (el 10 de mayo), creo que ha llegado el tiempo.

Indiscutiblemente mi vida sería completamente diferente sin el apoyo incondicional de mis padres. Desde invertir en mi educación, en enciclopedias interesantes para tener en casa (en aquellas épocas lejanas del el internet), en esforzarse para apoyar las acciones que nos ayudarán a crecer y a realizarnos como personas. En mi juventud y en la de mi hermana no hubo cuestionamientos sobre nuestros respectivas pasiones anormales, para mi la astronomía y para mi hermana la fotografía (mi hermana convirtió esta pasión en vocación, ver sus fotos aquí).  Mucho que agradecer ambos mi papá y mamá, sin embargo, como sucedió entonces, y sigue sucediendo hoy, desafortunadamente, las mamás asumen mayor responsabilidad en el cuidado de los hijos (esto lo veo cada día en mi práctica como terapeuta, en su mayoría quienes asisten a talleres, a terapia, y dan seguimiento son las mamás, aunque existen notables excepciones de involucramiento de los padres), y así también en apoyar el desarrollo escolar de estos, y así también brindar apoyo cuando existen problemas de aprendizaje.

Martha Olga Vázquez, mi mamá,  fue quien estuvo horas incontables asegurándose que terminara mi tarea cuando mi imaginación me llevaba a otras partes.  Fue la quien tenía que quedarse a charlar con la maestra cuando tenia una queja mía. Fue quien me exigía, me motivaba, buscaba la manera, a veces muy efectivamente, buscando animarme cada día de escuela dificil, a veces no tan bien, como al hacer comparaciones con otros, o exigir académicamente lo que no podía cumplir. Sin embargo, ya cuando la maestra Gudelia le mostró otro camino, fue quien finalmente buscó hacer tiempo en su doble jornada  (es enfermera retirada) para por casi dos años llevarme en camión en el clima extremo de nuestra ciudad a un centro de atención ya una vez que fui diagnosticado. Antes de eso fue quien hizo las gestiones para ser diagnosticado en una época en donde era aún más difícil que ahora contar con evaluaciones. Después, en mi secundaria, aguanto a mis amigos excéntricos amantes de astronomía (nerds escandalosos) dándoles la bienvenida en mi casa, creando un ambiente cálido para mi y para ellos,  comprendiendo el aporte que daban a mi crecimiento. Así puedo hablar de miles y miles de acciones durante la preparatoria, universidad y posgrado, sin contar con las miles y miles de acciones que realizó y realiza en mi vida para llegar al punto en donde le agradezco lo bueno que puedo tener como persona. Mi mamá no se puede llevar todo el crédito, también mi papá, mi familia (mi familia extendida materna y mi familia actual), también maestras, maestros y colegas. Aun así estoy seguro que si mi mamá no hubiera creído en mí, mi camino hubiera sido otro, y no dudo que fuera mucho más difícil, frustrante, y doloroso.

Muchas madres se vuelven en especialistas no reconocidas de dislexia, si bien quizá no tanto como para dar atención profesional, si con mucho más conocimiento que muchos maestros y psicólogos. Me inspira profundamente ver el apoyo y esfuerzo que muchas madres brindan a sus hijos ante dificultades para aprender en la escuela (no, no creo que existan los “problemas de aprendizaje”), el ver lo tanto que luchan en contra de una narrativa de derrota que se entrega ante desventajas escolares, a veces por docentes o compañeros alumnos, a veces de la obsesión de muchos padres de validarse como buenos padres a través de las buenas calificaciones de sus  hijos (como si la inteligencia humana pudiera resumirse en un número). Más que ahora ofrecer algún consejo, quiero aprovechar este momento para celebrar este gran esfuerzo de apoyo invisible, el cual no se celebra, no se reconoce, no se valida (aun cuando mucho del cambio en política escolar a favor de alumnos neurodiversos es impulsado por sus familiares, y si somos honestos, en su mayoría por madres).

¿Por qué se requiere de gran esfuerzo? Aunque la explicación de la dislexia tenga un origen orgánico, las consecuencias de contar con una mente diferente tienen que ver con la institución de la escuela. Seguido, en mi colaboración con escuelas, escucho a maestros y maestras culpar a las madres, en específico a ellas, por el mal desempeño escolar de sus hijos. A veces esto se traduce en juzgar al hijo o hija como flojo, y de manera indirecta se le juzga a la madre también. ¿Cómo no va ser agotador para un alumno o alumna ir a un ritmo que no puede alcanzar bajo un sistema de enseñanza que no toma en cuenta sus características de aprendizaje? Esto crea un dilema para los padres que quieren apoyar a sus hijos. Por un lado sus hijos claramente se ven en desventaja sobre sus compañeros, se les da el mensaje de que son inferiores intelectualmente de manera indirecta y directa, a veces de los maestros, a veces de compañeros, o a veces de los mismos padres al no comprender qué pasa con sus hijos. Entonces al brindar el apoyo se les tiene que convencer que son capaces e inteligentes en un ambiente que les dice lo contrario. Se les tiene que indicar que evaluaciones extras para diagnóstico, que adaptaciones curriculares (si es que existen, en México muchas veces no), que el esfuerzo extra en la escuela y en la casa, no significa que sean menos inteligentes. No solamente es complicado, es agotador. Además no existe un plan determinado y claro para llevar a un alumno de la dificultad escolar en la niñez al éxito profesional como adultos (de los cuales existen abundantes ejemplos como los de Sir. Richard Branson, Steven Spielberg, o Silvia Molina). Aún en los mejores casos, seguido los frutos de este apoyo continuo se reflejan después de meses o años, se requiere de paciencia.

Los padres que buscan apoyar a sus hijos tienen que crear condiciones para que sus hijos identifiquen sus dificultades sin creerse limitados, reconocer su inteligencia y fortalezas aunque salgan fuera de los criterios escolares y sociales, motivarlos cuando todo su ser les indica que la escuela no es un espacio para ellos (y que si fuera por ellos dejarían sus estudios) y hacer todo esto mientras identifican apoyos, colaboran con maestros y terapeutas (a veces con médicos), los acompañan en tareas que parecen interminables y muchas veces comenzando este proceso sin ninguna guía. Por esto admiro a los padres que apoyan a sus hijos con diferencias de aprendizaje, y sobretodo a una, a Martha Olga, mi mamá.

¡Feliz día de las madres! (y para no perder la costumbre mamá, como con mi tarea de pequeño, entrego este reconocimiento con un día de retraso).

PD: A la medida que las escuelas sean más inclusivas,  se retiren barreras, y se les brinde a las y los educadores herramientas para trabajar con todo tipo de alumnos, este esfuerzo de los padres dejará de ser titánico.

Imagenes de titular por Lorenzo Cafaro y Andreas Wohlfahrt de Pexels

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *