Cuando más no es mejor

Las planas -repitiendo palabras por horas en hojas y hojas- nunca me ayudaron a mejorar mi ortografía, ni mi pésima letra manuscrita. De pequeño me llegaron asignar planas y planas para aprender la diferencia entre palabras como tubo y tuvo. Nunca aprendí la diferencia, inclusive adulto. “¿Con cual va, con la v o con la b?” me preguntaba justo antes de preguntarle a google. Hace algunos años, después de no se cuantas búsquedas, me propuse a buscar una manera de recordar la diferencia. Se me prendio el foco cuando vi que el corte transversal de un tubo es circular como la “b”, y esto fue (¡Eureka!), antes de escribir me acuerdo de mi pequeño truco, los artefactos que transportan líquidos son tubos, y tuvo es de tener en pasado no se que (no he desarrollado más trucos para recordar qué tipo de pasado es tuvo).

La reflexión sobre la importancia de acompañar a todos los niños para desarrollar un aprendizaje activo, y sobretodo a quienes vivimos con dislexia,  me llegó a la mente cuando lei el post “Aprendizaje activo: ¿hay algún otro?” de la Dra. Rosa María Torres, de Ecuador, quien es una gran pensadora, investigadora y promotora de la educación en latinoamérica. Este artículo nos puede ayudar a comprender a la dislexia más como un estilo de pensamiento, que una deficiencia en nuestro sistema nervioso.

En un post anterior comente que la deficiencia en la lectoescritura se considera una discapacidad primaria, si existe una diferencia, y existen correlaciones neuronales ligadas a estas. Pero también existe la discapacidad secundaria, en donde un alumno quien no puede tener un aprendizaje activo en el salón de clases por dificultades en lectoescritura, se mantendrá estancado o a un ritmo menor de lo que es capaz de asimilar.

En su post, la Dra. Torres menciona.

[U]na pedagogía activa es, esencialmente, una en la que el movimiento pasa por adentro. Una que estimula al alumno a pensar, a hacerse y a hacer preguntas, a investigar, a problematizar la información que recibe, a dudar, a argumentar, a discutir, a sacar conclusiones propias, a identificar y resolver problemas, a pensar autónomamente, a esforzarse por entender y por aprender, a desear saber más.

Bien vista, una pedagogía activa no debería ser considerada una innovación. Porque el aprendizaje es activo o no es. No hay opción. Y esto es válido tanto para el niño como para el joven y el adulto. Quien no tiene un rol activo en su proceso de aprendizaje, sencillamente no aprende.

Fui muy afortunado en crecer con una familia que creyó en mí, que me apoyó para seguir mis intereses y estimuló mi curiosidad. Mis padres invirtieron en comprar libros, enciclopedias, que era mi google de entonces. Tal vez no leía mucho, pero las ilustraciones me entusiasmaron, quería explorar más, y lo que tenía en casa, no lo tenía en la escuela: un aprendizaje activo. Recuerdo en particular un tomo de la editorial de Times, hablaban sobre cohetes, sobre Ham y Laika, el primer chimpancé y perra en ir al espacio respectivamente. Tenían imágenes de los diferentes tipo de cohetes a través de los años, de sondas espaciales visitando Júpiter, Saturno, Neptuno y Urano. Años después comencé estudiando física, luego me interesó más la psicología y el aprendizaje . Recuerdo unas enciclopedias de disney con cortes transversales de aviones, con dibujos de fabricas explicando como se construyen diferentes productos. Recuerdo como desarmaba cosas para tratar de ver cómo funcionan, y ahora en mis trabajos soy el Techie no oficial. Este aprendizaje activo, fue lo que marcó la diferencia, lo que me permitió ir más lejos académicamente y en la vida. Ya para la secundaria descubrí que podía gestionar mi propio aprendizaje, que lo más aburrido podía buscarle el lado interesante, y fue en este momento en donde pase de ser un alumno mediocre a ser destacado, aún y con mala escritura y faltas de ortografía.

Quienes  vivimos con dislexia (como también sucede con otras condiciones de neurodiversidad como trastorno de déficit de atención, o quienes están en el espectro autista, entre otros) vivimos con una manera de ser activos diferentes a otros. Por ejemplo, para muchos de nosotros dislexicos, memorizar simplemente no se nos da, mientras que para muchos el memorizar puede ser estimulante. Si la expectativa en la escuela es que reflejemos lo aprendido por medio de respuestas correctas, ni se notará nuestro aprendizaje y no aprenderemos.

Como terapeuta en casos de “dificultades” en el aprendizaje no me canso de buscar la manera de inspirar en mis pacientes el aprendizaje activo, que muchas veces no necesariamente se traduce en mejora de calificaciones, pero si en disfrutar del proceso de aprendizaje, aun cuando este ocurra fuera del salón de clases. Es así que como adulto aún me entusiasma saberme crecer en el aprendizaje activo, inclusive en algo tan sencillo -para otros, no para mi- como saber distinguir entre tuvo y tubo.

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